LA PLATA, ARGENTINA, Revistual Nº 1. Febrero 2007
Ellos Nocturnos
"Voy por mi estancia a medianoche,
cosiendo los rincones en un amasijo de
desesperación… "
vladimir holan(1905-1980): Dolor
Esta noche
es una exageración
que está sobrando en alguna parte.
julio coronel
Cuando los alambres de la noche
cercan los ojos, la sangre negra
llena las cavernas de mi cuerpo.
Un temblor de hojas caídas
da comienzo al naufragio
en los jardines R.E.M
terror a no amanecer
o creerme amanecido.
martín raninqueo (en “el viento también recuerda”)
(…)Darme vuelta
y caminar.
Con los ojos dirigidos
al tuerto
universo de la noche.
mariano ojea
Otro día, otra moneda con la que el tiempo
negocia con la muerte
el tamaño de mi soledad.
luis maggiori (en “La Partida”)
(…)Esta es la noche de los esposos
que han vuelto del trabajo
y, al cabo de otro día sin sorpresas
miran televisión desde la cama (…)
césar cantoni (en “Irlanda”)
(…)en el faro que gira en la noche negra
nosotros:
dos ramas que se frotan hasta encender
un fuego.
rafael oteriño (en “La Colina”)
_______________________________________________________
LE GRAND CHASSEUR: ROBERTO THEMIS SPERONI
“Hay personas con palabras y sin palabras. Las personas con palabras
no desaparecen”.
VíKTOR SKLOVSKI (1893-1984): Zoo o cartas no de amor
Le disparé a una liebre en el retiro
de una tarde invernal, y la escopeta
se escapó de mis manos, por la grieta
de un sol encanecido. Fue aquel tiro
una estruendosa flor. Volví en un giro
a disparar sobre la forma inquieta
que huía en soledad casi incompleta
sobre el vello de abril. Aún hoy me admiro
como pude marrar aquel disparo,
el último, el mejor, el más seguro,
siendo, como lo soy, cazador neto.
Suelo aducir que el sol me dio en la frente,
pero no es eso, hermano, suficiente.
No quise herir, y es todo mi secreto.
Una y otra vez vienen a mí los versos de ese maravilloso Soneto del Cazador que leí por primera vez en algún otoño tardío. Sí, tal vez un poco tarde en mi avidez morosa de poesía, y sin embargo nunca tan oportunamente tropecé de nuevo con la magia, ésa que a menudo se nos pierde en el cotidiano ser del “ser-ahí”, en lo trivial que va ocultando cada día todo “lo posible”. Saco pasaje y entro en ese fascinante universo que es la escritura de Roberto Themis Speroni. Lo primero que descubro con asombro, cuando me propongo adentrarme en su vida, es la escasa bibliografía sobre el poeta y sobre su obra. Lo único que rescato de búsquedas cibernèticas y rastrillajes bibliográficos es el trabajo de Ana Emilia Lahitte. No obstante, me abstengo de leerlo. No lo hago sino hasta el final. No quiero ninguna influencia, más allá del respeto hacia quien, sin duda, sabe de lo que habla. Yo solo quiero ahora dejarme llevar por la música de versos como aquel que leí ese otoño pensando que eran los primeros de Speroni que llegaban a mí. Mi sorpresa, sin embargo, fue mayúscula cuando, recorriendo los certeros laberintos de sus rimas, me reencontré con aquélla poesía que por mucho tiempo guardé entre los papeles más queridos de mi primer época de estudiante. Llegaron como versos anónimos y así los mantuve por años. Y entonces releí, repetí en realidad, aquellas otras líneas que conocía de memoria: “Hazme acordar mañana de estar triste(...)”
¿Que pasó, -me pregunto-…qué pasa? Yo, que soy hija adoptiva de esta ciudad y suelo leer a los poetas, ¿cómo es que no llegué antes a esta música, a este legado? ¿por dónde andaba yo, pero también por dónde anda la memoria de los vivos y los muertos? ¿Por qué en esta ciudad de los poetas los poetas no se encuentran..? ¿Por qué un hombre como Silvetti Paz muere en silencio? ¿Quiénes eran los de entonces? Roberto Themis Speroni, García Saraví, los Ponce de León, Horacio Núñez West, Matilde Swan, Silvetti Paz, Ringuelet y tantos otros nombres que aparecen entre las diagonales y desaparecen en el tiempo?
“¿Nos leemos en la ciudad de La Plata?”- se preguntaba María Laura Fernández Berro en un número de Asterisco, el boletín de la Biblioteca López Merino. Y se sorprendía porque en nuestras escuelas no se conoce a ciertos contemporáneos, ni a López Merino ni a Speroni. Apenas Almafuerte.
Pareciera que las distintas generaciones se pierden en sí mismas…
Hacia finales de la década del ochenta, a instancias de alguien que derrochaba voluntad llamado Esteban Tómaz, un nutrido grupo de poetas y/o soñadores solía “tomar” la Plaza San Martín durante los fines de semana. Era la Feria del Autor Inédito. Ninguno de nosotros tenía la experiencia ni los fondos para editar versos que nos llenaban la cabeza. Entonces, creábamos nuestras propias ediciones artesanales, disímiles (por fuera y por dentro) y “vendíamos” esos libros a un precio simbólico, porque el verdadero fin era que la gente se acerque, nos conozca, habláramos de poesía, de literatura, de arte, y fundamentalmente, habláramos entre nosotros. Es decir, fue un espacio maravilloso para conocernos. Poetas de la ciudad y alrededores, y hasta del Gran Buenos Aires y Capital acudieron a la convocatoria platense. Fueron tardes mágicas donde los valores eran la fraternidad, el entusiasmo, la amistad. Y la poesía, la escritura, el gran punto de encuentro. Entre tantos otros, recuerdo la sólida poesía de Caso Rosendi, el talento fresco de Rezzano, la presencia de Patricia Coto, Carlos Ríos, Juana Cascardo, Susana Dakuyaku, Arturo Cuervo, Javier Pierella (que luego se dedicó al teatro), Ralveroni (un poeta porteño) y muchos más que seguramente siguieron siendo poetas y/o espíritus sensibles.
Algunos de estos nombres fueron a dar a aguas del presente, otros se perdieron en el anonimato. Ya sobre los noventa “Las nuevas voces” se aunaron gracias a la convocatoria de la comuna. Otros muchos siguieron surgiendo de distintas formas en la ciudad abrevadero. Pero la mayoría se conoce apenas de cruzarse en circunstanciales estaciones del tiempo, o no se conoce. Así, de mayores a menores las generaciones no siempre tienen oportunidad de trasmitirse, de aprender de los maestros. Todos somos autodidactas, sapientes, críticos, rebeldes, únicos.
Me decía alguien, hace poco, que quienes escriben versos no pueden ser malas personas, quizá mejores o peores que otros (los versos y las personas) pero, seguramente, nunca inclinados a la maldad. Y decía Alberto Vanasco, a propósito de “Zona” (famosa revista de 1963 alrededor de la cual se juntaban el mismo Vanasco, Jitrik, Urondo, Edgar Bayley, Brascó, Casasbellas, Fernández Moreno): “La verdad de la poesía es la amistad de los poetas”. Lo que da una síntesis de buenas personas, de “gente amiga”
"Voy por mi estancia a medianoche,
cosiendo los rincones en un amasijo de
desesperación… "
vladimir holan(1905-1980): Dolor
Esta noche
es una exageración
que está sobrando en alguna parte.
julio coronel
Cuando los alambres de la noche
cercan los ojos, la sangre negra
llena las cavernas de mi cuerpo.
Un temblor de hojas caídas
da comienzo al naufragio
en los jardines R.E.M
terror a no amanecer
o creerme amanecido.
martín raninqueo (en “el viento también recuerda”)
(…)Darme vuelta
y caminar.
Con los ojos dirigidos
al tuerto
universo de la noche.
mariano ojea
Otro día, otra moneda con la que el tiempo
negocia con la muerte
el tamaño de mi soledad.
luis maggiori (en “La Partida”)
(…)Esta es la noche de los esposos
que han vuelto del trabajo
y, al cabo de otro día sin sorpresas
miran televisión desde la cama (…)
césar cantoni (en “Irlanda”)
(…)en el faro que gira en la noche negra
nosotros:
dos ramas que se frotan hasta encender
un fuego.
rafael oteriño (en “La Colina”)
_______________________________________________________
LE GRAND CHASSEUR: ROBERTO THEMIS SPERONI
“Hay personas con palabras y sin palabras. Las personas con palabras
no desaparecen”.
VíKTOR SKLOVSKI (1893-1984): Zoo o cartas no de amor
Le disparé a una liebre en el retiro
de una tarde invernal, y la escopeta
se escapó de mis manos, por la grieta
de un sol encanecido. Fue aquel tiro
una estruendosa flor. Volví en un giro
a disparar sobre la forma inquieta
que huía en soledad casi incompleta
sobre el vello de abril. Aún hoy me admiro
como pude marrar aquel disparo,
el último, el mejor, el más seguro,
siendo, como lo soy, cazador neto.
Suelo aducir que el sol me dio en la frente,
pero no es eso, hermano, suficiente.
No quise herir, y es todo mi secreto.
Una y otra vez vienen a mí los versos de ese maravilloso Soneto del Cazador que leí por primera vez en algún otoño tardío. Sí, tal vez un poco tarde en mi avidez morosa de poesía, y sin embargo nunca tan oportunamente tropecé de nuevo con la magia, ésa que a menudo se nos pierde en el cotidiano ser del “ser-ahí”, en lo trivial que va ocultando cada día todo “lo posible”. Saco pasaje y entro en ese fascinante universo que es la escritura de Roberto Themis Speroni. Lo primero que descubro con asombro, cuando me propongo adentrarme en su vida, es la escasa bibliografía sobre el poeta y sobre su obra. Lo único que rescato de búsquedas cibernèticas y rastrillajes bibliográficos es el trabajo de Ana Emilia Lahitte. No obstante, me abstengo de leerlo. No lo hago sino hasta el final. No quiero ninguna influencia, más allá del respeto hacia quien, sin duda, sabe de lo que habla. Yo solo quiero ahora dejarme llevar por la música de versos como aquel que leí ese otoño pensando que eran los primeros de Speroni que llegaban a mí. Mi sorpresa, sin embargo, fue mayúscula cuando, recorriendo los certeros laberintos de sus rimas, me reencontré con aquélla poesía que por mucho tiempo guardé entre los papeles más queridos de mi primer época de estudiante. Llegaron como versos anónimos y así los mantuve por años. Y entonces releí, repetí en realidad, aquellas otras líneas que conocía de memoria: “Hazme acordar mañana de estar triste(...)”
¿Que pasó, -me pregunto-…qué pasa? Yo, que soy hija adoptiva de esta ciudad y suelo leer a los poetas, ¿cómo es que no llegué antes a esta música, a este legado? ¿por dónde andaba yo, pero también por dónde anda la memoria de los vivos y los muertos? ¿Por qué en esta ciudad de los poetas los poetas no se encuentran..? ¿Por qué un hombre como Silvetti Paz muere en silencio? ¿Quiénes eran los de entonces? Roberto Themis Speroni, García Saraví, los Ponce de León, Horacio Núñez West, Matilde Swan, Silvetti Paz, Ringuelet y tantos otros nombres que aparecen entre las diagonales y desaparecen en el tiempo?
“¿Nos leemos en la ciudad de La Plata?”- se preguntaba María Laura Fernández Berro en un número de Asterisco, el boletín de la Biblioteca López Merino. Y se sorprendía porque en nuestras escuelas no se conoce a ciertos contemporáneos, ni a López Merino ni a Speroni. Apenas Almafuerte.
Pareciera que las distintas generaciones se pierden en sí mismas…
Hacia finales de la década del ochenta, a instancias de alguien que derrochaba voluntad llamado Esteban Tómaz, un nutrido grupo de poetas y/o soñadores solía “tomar” la Plaza San Martín durante los fines de semana. Era la Feria del Autor Inédito. Ninguno de nosotros tenía la experiencia ni los fondos para editar versos que nos llenaban la cabeza. Entonces, creábamos nuestras propias ediciones artesanales, disímiles (por fuera y por dentro) y “vendíamos” esos libros a un precio simbólico, porque el verdadero fin era que la gente se acerque, nos conozca, habláramos de poesía, de literatura, de arte, y fundamentalmente, habláramos entre nosotros. Es decir, fue un espacio maravilloso para conocernos. Poetas de la ciudad y alrededores, y hasta del Gran Buenos Aires y Capital acudieron a la convocatoria platense. Fueron tardes mágicas donde los valores eran la fraternidad, el entusiasmo, la amistad. Y la poesía, la escritura, el gran punto de encuentro. Entre tantos otros, recuerdo la sólida poesía de Caso Rosendi, el talento fresco de Rezzano, la presencia de Patricia Coto, Carlos Ríos, Juana Cascardo, Susana Dakuyaku, Arturo Cuervo, Javier Pierella (que luego se dedicó al teatro), Ralveroni (un poeta porteño) y muchos más que seguramente siguieron siendo poetas y/o espíritus sensibles.
Algunos de estos nombres fueron a dar a aguas del presente, otros se perdieron en el anonimato. Ya sobre los noventa “Las nuevas voces” se aunaron gracias a la convocatoria de la comuna. Otros muchos siguieron surgiendo de distintas formas en la ciudad abrevadero. Pero la mayoría se conoce apenas de cruzarse en circunstanciales estaciones del tiempo, o no se conoce. Así, de mayores a menores las generaciones no siempre tienen oportunidad de trasmitirse, de aprender de los maestros. Todos somos autodidactas, sapientes, críticos, rebeldes, únicos.
Me decía alguien, hace poco, que quienes escriben versos no pueden ser malas personas, quizá mejores o peores que otros (los versos y las personas) pero, seguramente, nunca inclinados a la maldad. Y decía Alberto Vanasco, a propósito de “Zona” (famosa revista de 1963 alrededor de la cual se juntaban el mismo Vanasco, Jitrik, Urondo, Edgar Bayley, Brascó, Casasbellas, Fernández Moreno): “La verdad de la poesía es la amistad de los poetas”. Lo que da una síntesis de buenas personas, de “gente amiga”
Un soplo de aire fresco, una brisa, fue lo que llenaba aquellas tardes en la Plaza San Martín. Como ese viento suave “que también recuerda” cuando recuerdan juntos los amigos poetas ( Raninqueo, Caso Rosendi, Villanueva…)
“Fue cuando las estrellas caían que ví por primera vez ese rostro(…)Así nacen las vides, habría gritado Dioniso, mientras el miedo le abrazaba las sienes como una muñeca de manos de muérdago”—dice C. Rosendi, en los versos que dedica a Alejandro Villanueva a propósito del encuentro en Malvinas, esa pesadilla.
Vientos y brisas siempre soplan en distintas direcciones, desde todas las épocas. A veces, se cruzan.
Rescatar la brisa que sopló en el origen, también nos convoca al encuentro. Porque, como dice Horacio Núñez West, (justamente un “amigo” de Themis), citando a Unamuno y a propósito del último libro de Néstor Mux : “Lo original es lo originario”. Y es con aquellos seres originarios con los que Speroni compartió sueños y/o poesía, y dejó una clara impronta de amistad en su escritura: “…veinte años , la pipa, dos monedas/ y una angustia infinita…”, dice en el “Soneto a Horacio Núñez West”, o en los versos que le escribe a Alfredo Veiravé: “Es mi hermano también. Y en el quebracho/ ha descubierto a Dios y las hormigas…”. Y en la Carta a Vicente Barbieri, abanderado de la Generación del 40, a quien Speroni admiraba profundamente, también sobresale lo fraternal: “Por eso quiero hablarte en ese tono/ que tienen los jinetes, los amigos/ que cazan en otoño…”.
Marcelo Ortale, acreditado periodista del diario “El Día”, vecino y conocido de Speroni, rescata una imagen simple y verdadera: lo recuerda detrás del mostrador, en el almacén que el poeta atendía en City Bell. “Una buena persona. Un amigo”-dice, y se le escapa una sonrisa de verdadero aprecio.
Nos debemos lecturas y relecturas de la poesía de Speroni, (y de tantos otros…), estudios sobre su vida y su obra, comentarla, divulgarla, ofrecer sus versos, rescatar al poeta y al hombre profundo, al cazador incansable del sentido de las cosas como solo puede serlo quien conoce “el exacto valor de la tristeza”. Y brindar en su homenaje, a la memoria de un Amigo, mientras se suceden las épocas, unas a otras, y el viento sopla. Y recuerda.
Hazme acordar mañana de estar triste
de olvidarme del ruido de mis ojos
del uso de las manos, de las hojas
que utilizo en abril, de los objetos
que en mi laboratorio se fermentan
ávidamente lógicos. Tú trata
de que vuelva a ponerme los zapatos
de pisar lluvia; de que fume
tabaco de ciprés por unos días,
y déjame estar solo el tiempo justo
que necesita el hombre para hallarse,
para saberse triste por lo menos.
(…)
Hazme caso:
recuérdame estar triste. No sabemos
el exacto valor de la tristeza.
------------------------------------------------
CON VERSOS,
_________________DEL DIAGONAL
El huevo en la sartén
Me cansé de los discursos,
las poses de mujer,
el tic-tac doméstico,
y los discos para hacer el amor.
Me cansé de tus idas y avenidas,
me harté de mí, mirada compasiva.
Cambié desodorantes de ambiente
por milanesas de berenjena.
Vacié el placard de disfraces.
Eructé en la mesa y torcí costumbres,
logré pasar frente al espejo sin corregir vanidades.
Fui yo, (mientras), sin paracaídas me arrojé del avión.
Francisco Fournier
(joven autor inédito, La Plata, 2007)
_______________________________________Y MAS ALLA
“Fue cuando las estrellas caían que ví por primera vez ese rostro(…)Así nacen las vides, habría gritado Dioniso, mientras el miedo le abrazaba las sienes como una muñeca de manos de muérdago”—dice C. Rosendi, en los versos que dedica a Alejandro Villanueva a propósito del encuentro en Malvinas, esa pesadilla.
Vientos y brisas siempre soplan en distintas direcciones, desde todas las épocas. A veces, se cruzan.
Rescatar la brisa que sopló en el origen, también nos convoca al encuentro. Porque, como dice Horacio Núñez West, (justamente un “amigo” de Themis), citando a Unamuno y a propósito del último libro de Néstor Mux : “Lo original es lo originario”. Y es con aquellos seres originarios con los que Speroni compartió sueños y/o poesía, y dejó una clara impronta de amistad en su escritura: “…veinte años , la pipa, dos monedas/ y una angustia infinita…”, dice en el “Soneto a Horacio Núñez West”, o en los versos que le escribe a Alfredo Veiravé: “Es mi hermano también. Y en el quebracho/ ha descubierto a Dios y las hormigas…”. Y en la Carta a Vicente Barbieri, abanderado de la Generación del 40, a quien Speroni admiraba profundamente, también sobresale lo fraternal: “Por eso quiero hablarte en ese tono/ que tienen los jinetes, los amigos/ que cazan en otoño…”.
Marcelo Ortale, acreditado periodista del diario “El Día”, vecino y conocido de Speroni, rescata una imagen simple y verdadera: lo recuerda detrás del mostrador, en el almacén que el poeta atendía en City Bell. “Una buena persona. Un amigo”-dice, y se le escapa una sonrisa de verdadero aprecio.
Nos debemos lecturas y relecturas de la poesía de Speroni, (y de tantos otros…), estudios sobre su vida y su obra, comentarla, divulgarla, ofrecer sus versos, rescatar al poeta y al hombre profundo, al cazador incansable del sentido de las cosas como solo puede serlo quien conoce “el exacto valor de la tristeza”. Y brindar en su homenaje, a la memoria de un Amigo, mientras se suceden las épocas, unas a otras, y el viento sopla. Y recuerda.
Hazme acordar mañana de estar triste
de olvidarme del ruido de mis ojos
del uso de las manos, de las hojas
que utilizo en abril, de los objetos
que en mi laboratorio se fermentan
ávidamente lógicos. Tú trata
de que vuelva a ponerme los zapatos
de pisar lluvia; de que fume
tabaco de ciprés por unos días,
y déjame estar solo el tiempo justo
que necesita el hombre para hallarse,
para saberse triste por lo menos.
(…)
Hazme caso:
recuérdame estar triste. No sabemos
el exacto valor de la tristeza.
------------------------------------------------
CON VERSOS,
_________________DEL DIAGONAL
El huevo en la sartén
Me cansé de los discursos,
las poses de mujer,
el tic-tac doméstico,
y los discos para hacer el amor.
Me cansé de tus idas y avenidas,
me harté de mí, mirada compasiva.
Cambié desodorantes de ambiente
por milanesas de berenjena.
Vacié el placard de disfraces.
Eructé en la mesa y torcí costumbres,
logré pasar frente al espejo sin corregir vanidades.
Fui yo, (mientras), sin paracaídas me arrojé del avión.
Francisco Fournier
(joven autor inédito, La Plata, 2007)
_______________________________________Y MAS ALLA
Se me antojan ángeles que caminan por la avenida
a paso lento con arrugas como verdades
o apurados por llegar a ningún sitio
ángeles en bicicleta/en colectivo
un tren lleno de ángeles
ángeles enredados en sus enredos
en enredos ajenos
con cicatrices como única certeza
ángeles sin vos/sin oídos
sin ojos ni espejos donde mirarse
metidos en su mundosolo
ángeles que buscan su día en una bolsa mugrienta
despojos de los otros
empujados a la nada sin nada
hartos de tanto no
ángeles sin cara de ángeles
alborotan/trastornan/ molestan
gritan su silencio
nadie sabe que son ángeles.
Elizabeth Molver (“Según los ojos”, 2004)*
*en “Alas de Poesía”, revista de poesía dirigida por Mónica Muñoz, Venado Tuerto.
________________________________________________________________________________________
VOILÀ, LA QUESTION
*en “Alas de Poesía”, revista de poesía dirigida por Mónica Muñoz, Venado Tuerto.
________________________________________________________________________________________
VOILÀ, LA QUESTION
“El grito” de Munch*, palabra sin palabra, es el silencio del hombre errante en las ciudades sin alma y frente a un cielo deshabitado”. Octavio Paz.
Dia()agonal Con()verso es solamente el intento de darle su majestad a la palabra, en un mundo de tecnologías superadoras y supremacía de la imagen. Intentamos creer que lo simple todavía vale la pena y por eso seguimos tratando de multiplicar el encuentro entre nosotros, tender nombres y voces como diagonales que se cruzan, días agónicos que con versos se transforman, nos transforman. Abrigar la palabra, la esperanza de habitar el silencio.
*se refiere al célebre cuadro “El grito”, pintado en París en 1893, por Edvard Munch (Noruega, 1863-1944).
C´EST TOUT
Envíos, mensajes, textos y etcéteras: noralcasa@hotmail.com
Sobre el Nº0: Muchas gracias por la inclusión y el comentario. Sigan adelante, así el calor derrita las computadoras.Eduardo-- eduardorezzano.blogspot.com
Dia()agonal Con()verso es solamente el intento de darle su majestad a la palabra, en un mundo de tecnologías superadoras y supremacía de la imagen. Intentamos creer que lo simple todavía vale la pena y por eso seguimos tratando de multiplicar el encuentro entre nosotros, tender nombres y voces como diagonales que se cruzan, días agónicos que con versos se transforman, nos transforman. Abrigar la palabra, la esperanza de habitar el silencio.
*se refiere al célebre cuadro “El grito”, pintado en París en 1893, por Edvard Munch (Noruega, 1863-1944).
C´EST TOUT
Envíos, mensajes, textos y etcéteras: noralcasa@hotmail.com
Sobre el Nº0: Muchas gracias por la inclusión y el comentario. Sigan adelante, así el calor derrita las computadoras.Eduardo-- eduardorezzano.blogspot.com
Adriana M. nos pregunta si sabemos si aún se publica Asterisco, el boletín de la Biblio López Merino: Hace tiempo que no lo recibimos y todo parece indicar que no… Alors?
Por Alas de Gaviota comunicarse a: mgmunoz@arnet.com.ar
Por El Espiniyo, a delatalitadorada@hotmail.com. El Espiniyo, revista de poesía de las cuatro estaciones, en kioscos y librerías, La Plata, City Bell, etc.
Por Alas de Gaviota comunicarse a: mgmunoz@arnet.com.ar
Por El Espiniyo, a delatalitadorada@hotmail.com. El Espiniyo, revista de poesía de las cuatro estaciones, en kioscos y librerías, La Plata, City Bell, etc.
2 comentarios:
Buen día. Estaba buscando yo también un poco más de información sobre Roberto Themis Speroni, y di con este blog. Me encantaría conocer más poetas de la ciudad, poetas que como decís parecen estar enterrados por la gente. Yo los quiero desenterrar, y quiero darles vida en mí.
Me gustó mucho el blog. Voy a entrar más seguido, espero encontrarme nuevamente con la alegría de encontrar tanta vida.
Disculpá si te resulta invasivo, pero... qué edad tenés?
Un saludo... de una adolescente de 17 años que hace 3 meses dejó La Plata y se vino a Austria, y acá más que nunca quiere revivir la poesía de casa.
Éxitos...
Hola, Florencia. Perdoná si recién te contesto,es que no había visto tu comentario. Qué lindo saber que de tan lejos estás siguiendo la poesía de casa.Escribime al correo, plis, asi no perdemos el contacto (y te digo mi edad, jua!). cariños Norma
Publicar un comentario